Si hacemos que las verdades se dobleguen ante las dificultades, se acabó la filosofía.

[Joseph de Maistre (1753-1821), Les soirées de Saint Petersbourg]


domingo, 13 de abril de 2008

Un caballero ilustrado llamado Raúl A. Capote

por Amir Valle

Un escritor cubano presenta a otro escritor cubano
Años después recordaría aquella tarde de 1992 en que Raúl leyó el primer capítulo de una novela que a todos pareció rara. El patio de la Casa del Joven Creador, bañado por la brisa marina que nacía de la bahía, a unos pocos metros, con un malecón tranquilo, plácido, donde se besaban algunas parejas, nada tenía que ver con la atmósfera que comenzó a brotar de las páginas que Raúl leyó, como siempre, ronca, parsimoniosamente. Un buitre, por obra y gracia de la letra con cargos de general, se las agenciaba para agradar, artimañas y bajas acciones mediante, a un Sumo Camaleón que pretendía eternizar el poderío de los iletrados. Aquellas imágenes, la del buitre oportunista, arribista, traicionero y calculador, y la del Sumo Camaleón en su carácter de presidente, tiránico, déspota y estúpidamente ingenuo, tenía para nosotros, en esos años, resonancias muy confusas, que nos llegaban desde una larga historia de novelas sobre el poder que había comenzado más de un siglo atrás con la ya mítica Tirano Banderas, en la lejana Europa, y se había enriquecido con libros como Yo el supremo, de Roa Bastos, Don Segundo Sombra, de Asturias, El recurso del método, de Carpentier, y El otoño del patriarca, de García Márquez, entre algunas otras. Lo que pareció raro a todos fue que, en los hoy lejanos 80 y cuando nuestra promoción se ahogaba en una testimonialidad demasiado apegada a la realidad, Raúl escribiera sobre el poder sin el acostumbrado discurseo político de los protagonistas, sin el calco casi periodístico de la realidad más inmediata que aparecía en toda la literatura publicada o inédita, y sin las fórmulas que la propia literatura había descubierto a la hora de ´mirar a la realidad social cubana´.Había Literatura con mayúsculas en aquellas páginas y así se lo hice saber entonces a Raúl: ´sigue, hermano´, le dije, ´ése es el Raúl que buscas hace muchos años´. Y no me equivocaba. Después, a retazos, fui conociendo algunos otros fragmentos de aquella novela, aún sin nombre, que Raúl volvió a leer en un evento literario en Cumanayagua, en su casa en Cruces o en el apartamento del fraterno amigo y también escritor Miguel Cañellas, junto a Marcial Gala y Armando Valdés, en noches de ron y confrontaciones literarias que hoy todos recordamos con la nostalgia de los buenos tiempos.Casi siete años después Raúl vino a decirme que quién mejor que yo para presentar su novela. La leí. Me gustó mucho más que aquella primera vez y, repito, me siguió y me sigue pareciendo una novela rara, distinta, una voz con un timbre inconfundible dentro del concierto de la narrativa del 90, aún cuando también tenga que decir que, para no resultar excesivamente crítico, Raúl eliminó de la versión que publicara Letras Cubanas fragmentos que sigo creyendo indispensables para ofrecer nuevas aristas a la novela.En su novela, después de una lucha con todos los elementos de los grandes movimientos sociales, los Letrados ocupan el poder y poco después, en el seno de los que lucharon por regar la luz entre los habitantes de aquel mítico lugar, comienzan a producirse divisiones, celos y luchas por el poder, pequeñas traiciones, acosos de la doble moral, juegos sucios y trampas políticas que convierten a la élite dominante en algo muy parecido a la élite que derrotaron y que hacen de su democracia algo demasiado cercano a la tiranía que una vez marcara los destinos de todos.En la presentación dije: ´con esta novela puede pasar algo similar a la historia del personero y del tirano. Recuerden: cierta vez un personero de cierto país en crisis descubre a un hombre de pueblo escribiendo en la puerta de su casa un cartel donde pudo leer claramente: Abajo la tiranía. ´¿Así que estás poniendo carteles en contra de nuestro magnánimo Presidente?, dijo el personero al hombre de pueblo, agarrándolo por los hombros. ´No señor´, ripostó el hombre, ´he puesto este cartel porque estoy harto: como ya soy un viejo, mi mujer me maltrata, mis hijos me maltratan, los vecinos me humillan. Estoy harto de esa tiranía. Lo escribo aquí para ver si caen en la cuenta y se avergüenzan… Eso otro, lo del Señor Presidente, lo ha pensado usted.´Porque ésta es una novela sobre el poder, sobre las trampas que el poder tiende al ser humano, sobre esos quicios ocultos de la envidia y la propia naturaleza humana que pueden convertir a hombres puros en hombres manchados de podredumbre y miseria moral: un tema tan viejo como la misma humanidad. Quizás aparezca alguien que quiera encontrar claves en esta novela que la relacionen directamente con nuestra propia realidad. Ese no es el asunto. Como el hombre de la anécdota, Raúl podrá decir: Eso lo ha pensado usted, porque realmente su novela va mucho más allá de esa lectura simplona y mediocre.Hace unos meses, leyendo la tercera novela escrita por Raúl, descubrí ―y también se lo hice notar― que a todo lo largo de su obra cuentística y novelística, ésa ha sido su preocupación esencial: el enfrentamiento del hombre al poder que la naturaleza, Dios y las circunstancias le dan; el choque entre las limitaciones que como animal social tiene el hombre contra la necesidad y el deseo de sentirse un animal superior, similar a Dios. Esa búsqueda ontológica, Raúl A. Capote la trasladó a su novela El adversario, donde a partir del rejuego literario con la historia de Pinocho y Papá Gepetto, empieza a introducir nuevas variantes de las manifestaciones del Poder en la historia de la humanidad. En la tercera novela que cité: Kamikaze, una secta fanática de seguidores de Federico Engels decide rescatar, mediante fórmulas utilizadas por los marxistas de la actualidad, los presupuestos que pueden hacer de la sociedad humana algo mejor de lo que es, sin darse cuenta de que su fanatismo los va llevando a los extremos, a la intolerancia, a la asunción del poder como mecanismo coercitivo para instaurar los credos que defienden. En fin, una lectura otra de las trampas que el poder tiende a la debilidad humana, a su deseo eterno de ser Dios. En cada una de estas novelas es evidente también la preocupación de Raúl por configurar personajes sólidos, arquetípicos de ciertas podredumbres y ciertas lumbres humanas. Personajes que siguen su destino, ora retándolo, cambiándolo, ora asumiéndolo como algo natural, sin remedio. En la presentación de El Caballero Ilustrado dije que hacía mucho tiempo Raúl había demostrado ya ser un buen escritor. Sus novelas, distintas, su cuentística, nada igual a la que hoy se escribe (ya Víctor Fowler se ha encargado de demostrar algo de esto en uno de sus libros), lo convierten en un narrador raro, de prosa poderosa, sugerente, llena de símbolos y mensajes subterráneos, porque es fiel creyente de esa máxima de Saramago que asegura: ´la literatura que no hace pensar, ya dejó de ser arte desde el momento en que el escritor cometió ese literaturicidio´
.Amir Valle

1 comentario:

Anónimo dijo...

Raul es un excelente escritor y una mejor persona, valiente, modesto y sincero.
El Flaco